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El síndrome del aceite de colza desnaturalizado, 32 años después

aceite1Antonio Pérez.- Han pasado casi 32 años y las investigaciones acerca de la mayor tragedia alimentaria acaecida en nuestro país, el síndrome del aceite tóxico (SAT), aún no han concluido. Sin embargo, el aceite de colza se sigue comercializando en nuestro país como lubricante de grado alimentario.

El envenenamiento por ingesta de aceite tóxico en 1981, sólo se dio en unas zonas muy concretas de España y no se ha repetido en ningún otro lugar del mundo.

Muchas personas se preguntan qué ha ocurrido para que haya sido tan difícil dilucidar el mecanismo por el que el aceite de colza adulterado provocó una intoxicación tan severa. «Analizar la toxicología de un producto como el aceite es extremadamente complicado», explicaba hace unos años Manuel Posada, investigador del Instituto de Salud Carlos III de Madrid y uno de los mayores expertos en el SAT de nuestro país.

Hay que tener en cuenta que, al contrario de lo que ocurre con la composición de los fármacos, por ejemplo, este producto alimentario no es una sustancia estática y que en sí misma es una fábrica constante de elementos químicos porque reacciona muy fácilmente a las condiciones externas (refinado, temperatura ambiental, calor en el proceso de cocinado, etcétera).

Por otra parte, su importación fue una contrapartida política impuesta a España por Francia, primer productor europeo de aceite de colza, previa al ingreso de nuestro país en el Mercado Común. España es el primer productor mundial de aceite de oliva, y podría perfectamente haber prescindido entonces y ahora de importar esta bazofia y correr unos terribles riesgos para la salud de las personas totalmente innecesarios.

El aceite de colza puede consumirse sólo, como condimento o para cocinar (de diversas formas también), por lo que la variabilidad de los condicionantes que hay que tener en cuenta son infinitos.

Los conocimientos sobre química y los dispositivos tecnológicos en este área no estaban tan avanzados hace 30 años como lo están hoy. «Los conocimientos sobre el genoma humano han sido muy reveladores a la hora de identificar, no el remedio para este complejo síndrome, sino la susceptibilidad genética individual que explica por qué unos pacientes morían rápidamente, otros quedaban con secuelas y otros sufrían alteraciones de carácter más leve», apostillaba este experto en abril de 2006 para el suplemento de Salud del periódico EL MUNDO.

Insisto, si aún no somos capaces de ofrecer un remedio para la enfermedad a los afectados, siendo como somos el primer productor mundial de aceite de oliva, ¿qué necesidad tenemos de correr riesgos permitiendo la importación y comercialización de aceite de colza?

«Después de una ardua tarea de laboratorio, en la que han colaborado otras instituciones, como el Instituto de la Grasa de Sevilla, conseguimos reproducir de manera exacta las muestras de aceite tóxico para poder usarlas en la investigación, posteriormente iniciamos la experimentación en animales y cuando llegamos al mono logramos replicar las alteraciones cardiovasculares características del SAT; de manera que logramos establecer el vínculo directo entre el aceite concreto y el daño en el organismo», continúa Posada en el mismo artículo.

Lo que ya quedó claro en 1981 fue que no sólo fue el aceite el que provocó la intoxicación (algo que ya se había establecido a pesar de las teorías paralelas sobre pesticidas), sino que fueron las anilinas y, sobre todo los PAP los culpables de la enfermedad. Elementos que intervienen en el proceso de desnaturalización cuando el aceite es empleado para uso industrial.

El doloroso proceso por el que han tenido que pasar las víctimas

Actualmente, el SAT se engloba en el Instituto de Investigación de Enfermedades Raras, dependiente a su vez del Instituto de Salud Carlos III. Este reconocimiento es útil a la hora de ayudar a los cientos de damnificados que aún recorren los tribunales reclamando las indemnizaciones que en su día se les prometieron. Sin embargo, el rosario de manifestaciones, juicios y constantes revisiones médicas no tiene visos de tener un fin próximo, porque a pesar de haber ganado en sucesivas comparecencias ante la justicia, las compensaciones económicas se siguen haciendo esperar.

El Estado racanea las indemnizaciones a los afectados y permite, o tolera fingiendo desconocimiento, que las multinacionales petroleras francesas sigan comercializando esta bazofia en España como LUBRICANTE DE GRADO ALIMENTARIO. Ni más, ni menos.

Uno de los escollos que han tenido que superar muchos de los afectados es el de demostrar que fueron víctimas del aceite letal, ya que han sido excluidos del censo de pacientes sin motivo aparente. Otros han visto rebajada drásticamente la cuantía de sus indemnizaciones. Algunos han tenido que devolver dinero. Incluso a algunos se les ha retrasado el cobro por culpa de la avaricia de sus representantes legales, que han querido quedarse con un pedazo demasiado grande del pastel.

La avaricia de los abogados en este país es inconmensurable, y las trabas que tiene que sortear un ciudadano de a pie para denunciar un abuso son casi insalvables si no dispone de los recursos económicos suficientes. Situación que conocen perfectamente las multinacionales y que aprovechan para seguir haciendo su negocio amparadas en la impunidad.

Porque lo que tal vez ignoran esos afectados por el SÍNDROME DEL ACEITE DE COLZA DESNATURALIZADO es que en España, con conocimiento o desconocimiento del Gobierno, esta bazofia llamada “ACEITE DE COLZA” se sigue comercializando, y que se hace, muy posiblemente, vulnerando lo establecido por la ley, a pesar de que los representantes de las compañías fabricantes del mismo aseguren “estar cumpliéndola” amparándose en la complejidad de los mecanismos administrativos en nuestro país: gobierno central, autonomías, disposiciones y reglamentos europeos de cuya aplicación y alcance jurídico tenemos nuestras serias dudas. Al final, el uno por el otro, la casa sin barrer.

Antecedentes

En mayo de 1981 se identifica en España el primer caso de una enfermedad sistémica de transmisión alimentaria desconocida hasta el momento. En las semanas sucesivas la incidencia de la patología va en aumento, hasta alcanzar su punto álgido un mes después. A partir de ese momento, la identificación de nuevos casos desciende de manera brusca, debido a la retirada del mercado del aceite de colza sospechoso, a la precaución de los propios consumidores (alarmados por la intoxicación masiva) y por la movilización de la industria aceitera. En especial la olivarera, que no quiso verse salpicada por la mala fama que empezaba a dársele al “aceite vegetal” en general.

Los afectados comenzaban con dolor y opresión en el pecho, dificultad respiratoria y anomalías pulmonares. Aunque los problemas respiratorios eran en principio los más graves también se producía malestar general, cansancio, pérdida de apetito, cefalea y edema cutáneo. Progresivamente, los pacientes fueron padeciendo eosinofilia (elevación anómala de los eosinófilos, un tipo de glóbulo blanco, síntoma de una inflamación masiva del organismo), disfunciones en la concentración de lípidos en sangre, trombosis, y alteraciones hepáticas. También se produjo hipertensión pulmonar y lesiones dérmicas (erupciones, inflamación, edema, enrojecimiento, etcétera).

Un total de 20.000 personas resultaron intoxicadas por el aceite de colza adulterado. A día de hoy, algo más de 2.500 han fallecido. La mayoría de las muertes tuvo lugar en las semanas inmediatamente posteriores a la detección del síndrome, aunque otras muchas han sido el resultado de las complicaciones secundarias y las secuelas que han quedado a largo plazo. Muchos pacientes sufren fuertes dolores, problemas osteoarticulares, disfunciones renales y hepáticas, así como problemas cardiorrespiratorios. Un pequeño grupo de pacientes (alrededor del 1%) padeció afectación neuronal intensa (convulsiones, ataques epilépticos…); aunque en la mayoría de las ocasiones la evolución fue buena, algunos damnificados todavía arrastran problemas en este sentido.

EL AGENTE CAUSAL

El culpable de la intoxicación masiva fue el ACEITE DE COLZA DESNATURALIZADO con anilinas y derivados del fenilaminopropandiol (PAP). ESTE PRODUCTO FUE IMPORTADO DE FRANCIA para uso industrial, aunque de manera fraudulenta acabó vendiéndose en puestos ambulantes en garrafas de plástico. Una empresa madrileña se encargó de distribuir este aceite, que a su vez procedía de una refinería de Sevilla. Se determinó que sólo en estas instalaciones se llevaba a cabo el procedimiento que posteriormente daba lugar a la concentración anómala de anilinas (unos agentes tóxicos que también se han encontrado en muestras procedentes de otras refinerías y en otros productos) y de PAP, que son los compuestos que realmente desataron la cascada de síntomas característicos del SAT.

QUÉ DICE LA LEY AL RESPECTO

El Real Decreto 538/1993, de 12 de abril (BOE número 107 del 5 de mayo de 1993), modifica como sigue el Real Decreto 308/1983, de 25 de enero, Capítulo III, referido a las condiciones de los establecimientos de material y del personal, manipulaciones permitidas y prohibidas de la Reglamentación Técnico-Sanitaria de Aceites Vegetales Comestibles.

El apartado 1.1 queda redactado como sigue:

“Las industrias dedicadas a la fabricación de aceites y grasas comestibles deberán estar debidamente aisladas de cualquier otra industria ajena a sus cometidos específicos y, en particular, de las que fabrican aceites y grasas industriales.”

Si como mantienen las petroleras que comercializan lubricantes alimentarios derivados del aceite de colza, éstos “cumplen todas las disposiciones legales y normativas vigentes en la elaboración de dichos lubricantes de grado alimentario”, debemos entender que éstos se fabrican de acuerdo a lo que estipula el apartado 1.1 del Real Decreto 538/1993. Es decir, los centros de producción donde se elaboran estos lubricantes alimentarios derivados del aceite de colza y otros aceites vegetales, deben ser distintos a los que elaboran lubricantes industriales a partir de ese mismo aceite de colza refinado con fines industriales, no alimentarios. Y, por descontado, de los centros de producción donde se elaboren grasas y aceites lubricantes minerales derivados del refino del petróleo.

¿Se está cumpliendo esta ley? ¿Quién ha verificado que realmente se cumpla en las refinerías francesas de las que proviene buena parte de ese Aceite de Colza “alimentario” que se está vendiendo como una panacea a empresas del sector alimentario en España?

LA CRISIS DE 2008

Alguien podrá pensar que el año 1981 queda ya muy lejos en el tiempo, que aquella fenomenal pifia no ha vuelto a repetirse. No es así, desafortunadamente.

En abril del 2008, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) alertó que una partida de aceite de colza envenenado con anilina fue importada desde Francia con fines industriales y luego introducida en el mercado de venta para consumo humano de forma ilegal. Exactamente igual que en 1981.

El Ministerio de Sanidad retiró de forma preventiva 125 toneladas de aceite de colza y elevó un informe a la Comisión Europea, que a su vez alertó a los gobiernos de Francia, Italia, Reino Unido y Holanda.

Los posteriores informes de la Comisión Europea, que publicó en su día el Reglamento Comunitario 852/2004, revelaron curiosamente, a pesar de los terribles antecedentes de 1981 en España, que “el riesgo toxicológico era mínimo”. ¿Mínimo? Podrían preguntarles a los afectados por el Síndrome del Aceite de Colza Desnaturalizado si opinan lo mismo. Desde luego, los muertos ya no podrán responder.

¿En manos de quiénes hemos depositado nuestra confianza?

Short URL: http://www.valledellimon.es/periodico/?p=279

Posted by on Oct 30 2013. Filed under SALUD. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response or trackback to this entry

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